lunes, 2 de mayo de 2016

Qué verde era mi vaca... ¿O era mi valle?

Dice el Talmud que "el hombre fuerte gobierna sus pasiones; el hombre honrado trata a todos con dignidad; y el hombre sabio aprende de todos con amor".

Al toparme hace unos días con esta reflexión rápidamente conecté su contenido con esta otra historia:

Vaca pastando en un prado de hierbas frescas y verdes
"Érase una vaca que habitualmente pastaba con tranquilidad en una verde pradera. El pasto era alto y fresco, en la plenitud de su verdor; y hacía las delicias de la vaca que ora ramoneaba la yerba y otrora la rumiaba tumbada en la fresca y mullida hierba, contemplando el descanso de un horizonte dibujado.

Tan exquisitos cuidados redundaban en una producción láctea sana y abundante, lo que hacía las delicias de su granjero que contemplaba con agrado las musculosas cachas de la vaca y sus generosas ubres gritando el ordeño.

Llegado el estío, el prado acusó la sequía. Ahora la tierra reseca no producía un pasto tan alto y verde, la hierba amarilleaba y escaseaba pero era suficiente para el mantenimiento de la vaca, que seguía dando leche, aunque no en tanta cantidad como antes.

La sequía se mantuvo por más tiempo del habitual y ya no había pasto para todos los animales de la granja. La ración de  heno de la vaca fue a parar a otros animales más pequeños y más necesitados, porque la vaca, con su inmenso volumen, podía aguantar más tiempo sin comer. Esto adelgazó a la vaca en poco tiempo cobrando un aspecto famélico y, como no podía ser de otro modo, las ubres colapsaron deteniendo la producción láctea.

No a mucho tardar la vaca murió de hambre ante el asombro e indignación del granjero, que juraba contra la vaca por la gran faena que le había hecho.
¡Cómo se le marcaban a la famélica vaca muerta cada uno de sus huesos, grandes, muy grandes!
¡Dónde quedaron aquellas cachas, dónde aquellas ubres!"


Querido lector:
¿Te identificas? ¿Reconoces alguna situación en tu vida en la que has asumido el papel de la vaca, del pasto o de granjero? ¿Te acuerdas de aquellos verdes pastos?

Si es así, ahora reflexiona:

  1. Es cierto que las cosas cambian y que pensar en lo verde que era nuestro valle no mejorará la situación actual en la que nos encontremos.
  2. Podemos admitir que una situación de crisis, interna o externa, puede derivar en una escasez de pasto que exija reajustes para adecuarnos al estío.
  3. También podemos soportar que si no hay recursos para todos, algunos tendrán que ser sacrificados para que otros puedan sobrevivir: alguien tiene que ganar y alguna vaca tendrá que perder.
  4. Pero lo que no es admisible es que el granjero descargue toda la responsabilidad en la vaca, porque la consecuencia lógica de privar del alimento necesario es la muerte por inanición.

Escena de "Qué verde era mi valle" de John Ford, 1941.
Y esto es lo que puede pasar en algunas empresas, en algunas familias, en muchas relaciones sociales y en las sociedades mismas.

Acordarse de la belleza del prado no resuelve el futuro, pero contextualiza el problema porque exhibe un punto de referencia, nos indica cuál fue la verdad, ahora deteriorada.

Negar el verdor del valle o no querer recordarlo indica una renuncia, frecuentemente cobarde. Es propio de la misión del coach ayudar a ver la realidad tal como es, para que el coachee pueda enfrentarse a ella sin ocultarse tras los pliegues de una fingida ficción.

La primera parte de esta metáfora fue muy bien reflejada por John Ford en 1941 en su oscarizada película "¡Qué verde era mi valle", protagonizada por Walter Pidgeon y Maureen O'Hara entre otros.

Pero yo sigo pensando, después de tamizar esa realidad por lo sugerido por el Talmud...
¡Qué verde era mi vaca!.

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Alfredo Abad Domingo.
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