sábado, 30 de enero de 2016

¿Estas ilusionado, iluminado o entusiasmado? Tú eliges

 En la fábula de Samaniego, la zorra incapaz de alcanzar por sí misma las uvas, renunció a su objetivo protegiendo su orgullo apoyando la ficción interior de que "no estarían maduras".
Es voz común que a más del mediodía
en ayunas la zorra iba cazando.
Halla una parra, quedase mirando
de la alta vid el fruto que pendía.
Causábale mil ansias y congojas
no alcanzar a las uvas con la garra,
al mostrar a sus dientes la alta parra
negros racimos entre verdes hojas.
Miró, saltó y anduvo en probaduras;
pero vio el imposible ya de fijo.
Entonces fue cuando la zorra dijo:
"¡No las quiero comer! ¡No están maduras!"
No por eso te muestres impaciente
si se te frustra, Fabio, algún intento;
aplica bien el cuento
y di: ¡No están maduras!, frescamente.
No hace mucho, refiriéndose a la complejidad política de formar gobierno, un amigo con quien hablaba afirmaba que había llegado a la conclusión de que "cualquier gobierno resultante sería el mejor de los posibles".
Y esto  -de inmediato- me recordó a Samaniego, a su zorra y a las inalcanzables uvas.

Afortunadamente hay personas que se ilusionan con facilidad, de hecho -afirman- se "vive de ilusiones". El latín del que procede el término ilusión  (illusio) tiene la misma raíz que lúdico y ludópata (del verbo illudere): jugar contra y hacer mofa; por lo que iluso se traduce por engaño o percepción irreal, antes de que en el siglo XIX adquiera el matiz de esperanza infundada o expectativa favorable.
Por tanto, vivir de ilusiones es enrolarse en una idea del devenir alimentada por una ficción construida imaginariamente, pero que no exige un apoyo en la realidad: la zorra se obligó a pensar que las uvas no estarían maduras, así no tendría que enfrentarse al fracaso impuesto por la limitación de alcanzarlas.
La motivación del cambio producido por una ilusión es exterior y, por ello mismo, cambiante, inestable.

El tipo de persona iluminada también tiene una relación intensa con el exterior, pero en cuanto que recibe una luz que la llena de claridad. Esa luz le viene de fuera, pero no le es ajena. En este caso, la motivación sigue siendo externa, pero tiene un reflejo subjetivo en su interior relacionado con la fuente de luz que le alumbra.
Por eso hablamos de visionarios, de personas que prevén situaciones, resultados de procesos y que pueden fundamentar sus predicciones.
Son personas que elucubran, término coloreado en su origen con el matiz de trabajar con luz por la noche, por ello en la actualidad nos sugiere una divagación de apariencia profunda -que puede llegar a serlo- o también imaginar sin mucho fundamento. El iluminado es un ilustrado, una persona que se abre a la realidad, por eso lee, estudia, investiga, pregunta, se interesa.
El iluminado o ilustrado cimenta su idea en una experiencia externa, pero la elabora cuando la realidad que le circunda traspasa la frontera de su subjetividad para manifestar la luz recibida.

Por último tenemos al entusiasta, que exhibe una exaltación de ánimo que parece venir de una energía exterior porque en su interior no se halla potencia suficiente que justifique tal impulso.
Este "enthusiasmus" latino procede  del griego 'ἐνθουσιασμός' - 'enthousiasmos': inspiración divina, arrebato o éxtasis; que a su vez deriva de 'entheos o enthous': que lleva un dios dentro.
El entusiasmo era ese furor o arrobamiento de las sibilas al formular sus oráculos inspirados por Apolo.

Para el entusiasta la motivación es interior, es posible que su semilla haya sido depositada por ese Apolo, pero nace y florece en su interior, porque se ha alejado de la ficción del ilusionado: es la realidad externa misma expresada desde su interior.

El ilusionado y su versión sofisticada -el iluminado o ilustrado- pactan el declive de su acción esforzada cuando desaparece el estímulo externo; en cambio, el entusiasmado cuenta en sí las herramientas de la perseverancia con que le obsequia ese Apolo que le motiva en su interior: no se somete fácilmente a las circunstancias porque conoce el fundamento de su esperanza. No es que sus oráculos sean performativos de la realidad, sino que bien al contrario, es la realidad la que conforma su ánimo con un vínculo verde-esperanza.

En tecnología no se puede dar un paso sin ilusión, pero debemos aspirar a algo más: la fe ciega en la tecnología es una ilusión efímera, vana, banal.
Y mi amigo manifestó su necesidad de consenso político encerrada en una ilusión, pero no lo tengo por iluso ya que la necesidad guarda relación con la realidad: él manifestó su ilusión teñida de esperanza, propia de un entusiasmo aún escaso de ánimo por la dificultad que entraña el consenso. Por eso le dedico este post.

Ilusión, Ilustración y Entusiasmo son tres pupilos de la misma familia con los que nos cruzamos cada día en el camino de la vida.

Querido lector:
Si eres un iluso, bien por ti, no es bueno vivir desilusionado; Si eres un ilustrado, bien por ti, es bueno no vivir a oscuras; pero a mí me gustaría dejarme guiar por el entusiasmo.
En cualquier caso, ¡tú eliges!

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Alfredo Abad Domingo.
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3 comentarios:

  1. El contenido me ha gustado :), es un placer leerle

    hay una simple errata en el párrafo 8

    ...la realidad que le "circnda" (circunda) traspasa la frontera...

    Es magnifico el vocabulario que usa :)

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