viernes, 28 de febrero de 2014

Evangelio de la educación según Bill Gates


Al hilo de la noticia de cambio de CEO en la locomotora de Microsoft recordé aquellas notas que tomé sobre un discurso de Bill Gates a los alumnos de su antiguo Instituto y en el que les hacía unas cuantas recomendaciones de interés desde su perspectiva personal.

La sesión fue titulada como "Las 11 reglas de la vida que tus hijos no aprenderán en el colegio". Recojo aquí las once reglas junto con algunos comentarios.


Regla 1: La vida no es justa, acostúmbrate a ello.
Efectivamente la vida no es justa, pero no por ser vida es necesariamente injusta: debemos acostumbrarnos a la injusticia para mejorar la resiliencia (como se llama ahora), pero la injusticia -vital o no- debe empujarnos a mantener una actitud de combate.
Regla 2: Al mundo no le importará tu autoestima. El mundo esperará que logres algo, independientemente de que te sientas bien o no contigo mismo.
Es una descripción de la realidad, pero que el mundo sea así no quiere decir que deba ser así: los aspectos emocionales también son humanos aunque no se les conceda la prioridad, lo contrario es estoicismo.
Regla 3: No ganarás US$5.000 mensuales justo después de haber salido de la escuela, y no serás el vicepresidente de una empresa, con coche gratis, hasta que hayas terminado el Instituto, estudiado y trabajado mucho.
Es una buena aproximación a realidad pensar que quien algo quiere algo le cuesta y que a todo derecho le corresponde un deber. Derechos y deberes son partes integrantes de la misma y única Justicia.
Regla 4: Si piensas que tu profesor es duro, espera a tener jefe. Ese sí que no tendrá vocación de enseñanza ni la paciencia requerida.
Esto es un tranquilizante para profesores, que -aunque lo nieguen- en el fondo siempre dudan de la objetividad de sus acciones docentes.
Regla 5: Dedicarse a voltear hamburguesas no te quita dignidad. Tus abuelos tenían una palabra diferente para describirlo: le llamaban oportunidad.
La dignidad del trabajo proviene de la perfección en su ejecución y no del objeto material en que se opere. Otra cosa distinta es la recompensa.
Regla 6: Si metes la pata, no es culpa de tus padres, así que no lloriquees por tus errores; aprende de ellos.
Echar la culpa a otros de todo lo que a uno mismo le pasa es síntoma de falta de humildad de modo semejante a cómo echarse la culpa de todo a sí mismo es de falta de objetividad, lo que también tiene aroma de soberbia.
Regla 7: Antes de que nacieras, tus padres no eran tan aburridos como lo son ahora. Ellos empezaron a serlo por pagar tus cuentas, lavar tu ropa sucia y escucharte hablar acerca de lo “super” que eres y lo pesados que son ellos. Así que antes de emprender tu lucha por las selvas vírgenes, contaminadas por la generación de tus padres, inicia el camino limpiando las cosas de tu propia vida, empezando por tu habitación, escritorio, armario, etc.
Las cosas pequeñas y menudas siempre son indicio de acoplamiento a la realidad, o lo que es lo mismo, el camino que me conduce al paraíso comienza a recorrerse desde el primer metro.
Regla 8: En la escuela puede haberse eliminado la diferencia entre ganadores y perdedores, pero en la vida real no. En algunas escuelas ya no se pierden años lectivos y te dan las oportunidades que necesitas para encontrar la respuesta correcta en tus exámenes y para que tus tareas sean cada vez más fáciles. Eso no tiene ninguna semejanza con la vida real.
No construimos la realidad solo con nuestros deseos, únicamente influimos en ella. La transformación de nuestro entorno exige algún esfuerzo además de una sólida voluntad de cambio, por tanto, hay que poner los medios adecuados. Pero, esto solo no basta: además hay que saber producir el cambio.
Regla 9: La vida no se divide en semestres. No tendrás vacaciones de verano largas en lugares lejanos y muy pocos jefes se interesarán en ayudarte a que te encuentres a ti mismo. Todo esto tendrás que hacerlo en tu tiempo libre.
No podemos esperar que los demás hagan por nosotros lo que nosotros mismos no haríamos por nosotros mismos. Es un galimatías, pero no más oscuro que la vida misma.
Regla 10: La televisión no es la vida real. En la vida cotidiana, la gente de verdad tiene que salir del café de la película para irse a trabajar.
Si vives una vida virtual, tus logros profesionales o personales también serán de ficción: ¿qué esperabas? Claro que... siempre puedes seguir engañándote. ¡Es tan fácil!
Regla 11: Sé amable con los "NERDS" (los más aplicados de tu clase). Existen muchas probabilidades de que termines trabajando para uno de ellos.
Interesado, pero práctico. Eso si tienes suerte y en tu clase hay algún NERD. En cualquier caso, siempre merece la pena aprender de los mejores y nunca depreciar a los que no son tan buenos.

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Alfredo Abad Domingo.
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sábado, 22 de febrero de 2014

Alentar o censurar a los ciudadanos mediante Internet

Internet es libre. Si no fuera libre, no sería Internet. Los intentos habidos de restringir la libertad en Internet han sido de los que mayor contestación social han producido en entornos especializados.

Internet es libertad, pero no toda libertad es Internet: parece más bien que Internet sea el vehículo de algunas libertades. Sin vehículo, la libertad queda estabulada y, por tanto, amaestrada o en el peor de los casos esclavizada.

Hace algún tiempo me encontré con un vídeo en YouTube que pone de relieve algunos de los modos que tiene Internet de alentar a sus ciberciudadanos. Claro que también se puede utilizar para censurarlos: muchos lobbies saben muy bien cómo hacerlo, empezando por algunos gobiernos.
¡Si no fuera porque la técnica permite saltar por encima de esas limitadoras barreras...! 


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Alfredo Abad Domingo.
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viernes, 14 de febrero de 2014

El inexorable suceder de eventos en Internet

Siempre me hizo reflexionar la saludable crítica de quienes han afirmado que el hombre no tiene historia. Solemos concederle a la Historia (con mayúsculas) una importancia preponderante, conscientes de que quien no conoce su Historia está condenado a repetirla.

Esto se manifiesta de un modo peculiar en el diseño curricular de cualquier sistema educativo poblado de asignaturas de Historia más o menos universales, Conocimientos del medio, seminarios para todos los gustos y tendencias e, incluso, películas y documentales que remedian cualquier a priori.


Sin una justificación adecuada, la afirmación de que el hombre no tiene historia me parece una delicada frivolidad. Claro que, una vez entregados a la reflexión, siento la necesidad de matizar antes de que broten algunas grietas. Son los hombres (así, en plural) los que tienen historia (en minúscula), porque la Historia (así, en mayúsculas) es una composición sociológica de acontecimientos que, partiendo de la realidad, admite una interpretación científica sistemática.
Cada hombre singular, lo que verdaderamente tiene es biografía. Y luego podremos afirmar que esa biografía deja una cierta huella en la Historia:
De eso se trata, de dejar huellas y no cicatrices.
Entre los decorados de  nuestra Historia común y en el centro nuestra biografía particular ha irrumpido Internet a modo de catalizador tecnológico que acelera la velocidad a la que surgen los acontecimientos como a borbotones. Su vertiginoso ritmo hace que perdamos memoria de lo transcurrido con tal celeridad que este tejerse de la Historia queda mitigado dejando un rastro de difuminadas biografías de huella atenuada.

¿No lo crees así? Observa detenidamente la siguiente infografía sobre lo qué sucede en Internet en un único minuto.  A la vista de tal eventualidad: ¡Qué abrumadoras me parecen nuestras vidas e irrelevantes nuestras historias!
Por eso, y sin olvidarte de ella, antes que de la Historia, preocúpate de tu propia biografía (en minúsculas). Y si en tu transcurso vital pones interés en no dejar cicatrices o en subsanar las que hubiere, habrás conseguido escribir con mayúsculas tu Biografía (así, en mayúsculas). 

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Alfredo Abad Domingo.
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jueves, 6 de febrero de 2014

La radiografía

Decía Theodore Roosevelt, presidente norteamericano de principios del siglo XX, que "El periodista de investigación es a menudo indispensable para el bienestar de la sociedad, pero sólo si sabe cuando dejar de investigar".

No cabe duda de que una cierta dosis de introspección interior proporciona datos más o menos fiables de nuestras necesidades y posibilidades de cambio: es el primer paso en el camino de la mejora personal. Sin embargo, esta actitud puede derivar en un preciosismo interior encaminado en un primer estadio a lo obsesivo y en un segundo a lo compulsivo.

No está de más adquirir un cierto espíritu de examen (ahora se dice autocrítica), pero no para acuchillarse por los errores cometidos sino para orientar el futuro desde nuestro presente y tomando conciencia de cómo fue nuestro pasado.
De lo contrario, nos pasará como al español Severo Ochoa (premio Nobel en Medicina) que después de una vida de investigación se quejaba: "Me he dedicado a investigar la vida y no sé por qué ni para qué existe".

Y tú, lector, ¿practicas el examen -perdón, la autocrítica-? Y si no lo practicas ¿crees que podrás cambiar?
Pon cada día unos minutos de radiografía: aprenderás a mirarte como realmente eres y llegarás a ser como quieres ser.
¿Conoces alguna manera mejor de progresar en tu propia libertad? 

Ilustración: 
Antonio Marín (c). Más imágenes originales en http://dibuloco.wordpress.com/

Reflexión: 
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Alfredo Abad Domingo.
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