martes, 23 de julio de 2013

¿Cómo escapar del valle de la muerte de la educación?

Escena habitual del Valle de la Muerte.
Dedico este articulo a cuantos son y se sienten profesores, a quienes con estas reflexiones pretendo rendir homenaje.
Leyendo en TED me encontré hace unas semanas con un vídeo de Sir Ken Robinson que me impactó en su momento. A lo largo de los días siguientes le he ido dado vueltas a su contenido y me ha parecido interesante compartirlo y reflexionar sobre él.
Sir Ken Robinson resalta algunos principios fundamentales -dice TED- que hacen prosperar a la mente humana y cómo la cultura educativa actual trabaja en contra de ellos. En una presentación graciosa y estimulante nos cuenta cómo escapar del «valle de la muerte» educativo que ahora enfrentamos y cómo educar a nuestras generaciones más jóvenes en un clima de posibilidades.

Robinson apuesta fuertemente, no sin razón, por la personalización de la educación, es decir, por hacer que el aprendizaje sea humano. Las jugosas ideas que propone en el vídeo combinadas con el sentido común y una cierta dosis de espíritu crítico derivan en otras apreciaciones que me gustaría compartir y discutir contigo, querido lector.



Otra alternativa con subtítulos en español la tenéis en la página de TED.

¿Qué hace que los centros educativos no puedan poner en marcha fácilmente esta ideas?

Los centros educativos deben someterse al sistema educativo que proponen las leyes vigentes y tienen poca o ninguna autonomía para alterarlos sin exponerse a sanciones.
Además, si intentan alterar el proceso de aprendizaje tienden a hacerlo para todos los alumnos y profesores indistintamente, con lo que caen en el mismo error que critican, por ejemplo, a no todo el mundo le viene bien la enseñanza tradicional como no a todo el mundo la educación mediante tecnología; a algunos les viene mejor la enseñanza personal o en grupos reducidos, mientras que a otros les conviene integrarse en grupos más amplios; no todos los contenidos, actitudes o destrezas se adquieren bien por el mismo procedimiento.
Por si esto fuera poco, las empresas educativas exigen una alta cualificación de su profesorado, pero de ordinario no están dispuestas a mover un solo dedo por intervenir en su proceso de cualificación.
¿No lo crees así?, pregúntate: ¿Tiene tu escuela un programa cualificado de gestión del talento? ¿Las pruebas que se realizan sobre experimentos educativos en las aulas incorporan información estadística para poder valorar los resultados obtenidos? ¿La gestión de RRHH es una pura gestión de nóminas o hay una sana preocupación por premiar las competencias adquiridas por los docentes?

¿Qué hace que los educadores no se atrevan a alterar sus métodos de enseñanza?

Se me ocurren varios factores. El primero de ello, que suponga una "discriminación" positiva o negativa en el trato con alumnos. Lo refleja muy bien el vídeo propuesto cuando Ken Robinson se pregunta si los padres tienen que arbitrar algún mecanismo excepcional (código de colores) para distinguir entre sí a sus hijos.

En segundo lugar, las escuelas no suelen permitir estos cambios y, si los permiten, lo hacen de acuerdo con un patrón diseñado por la propia empresa-escuela que suele nacer del marketing y no tanto de la eficacia que se pretenda conseguir.
Insisto, los cambios suelen ser alteraciones del paradigma aplicable a todos por igual y no una investigación operativa de qué cambiar, en quién, dónde y cuándo.
Por último, el profesor sobre todo en enseñanzas profesionales o preuniversitarias deberá medirse con sus homólogos con un patrón de referencia que se ciñe exclusivamente a contenidos y que sus alumnos deberán aprobar necesariamente para no quedar excluidos del sistema educativo.
¿No te lo crees?, pregúntate: ¿Conocen los gestores o jefes de estudios lo que hacen los docentes en las aulas, qué métodos emplean, qué recursos utilizan? ¿Se analizan las estadísticas emanadas de las evaluaciones? ¿Hay una preocupación por la actualización de los programas educativos? ¿Se adecuan los contenidos a las necesidades de las empresas que absorberán en el futuro la fuerza laboral?

¿Qué hace que los gobiernos u organizaciones gubernamentales inmovilicen sus sistemas educativos?

En primer lugar, su lejanía de la vida real. Una cosa son los despachos y otra, muy distinta, las aulas. Los niveles políticos son promotores de pautas de servicios educativos o gestores de recursos, nunca agentes de aprendizaje.
Es difícil que los órganos políticos dejen de caer en la tentación de convertir la educación en una llave de poder.
Otra dificultad, emanada de la globalización, reside en la necesidad de establecer las equivalencias de nivel educativo entre los distintos países que hace que tengan que fijar unas referencias objetivas y comunes para todos, lo que se opone a la personalización de alguna manera.
¿No te lo crees?, pregúntate: ¿Por qué las leyes educativas pasan una sobre otra sin grandes repercusiones sobre el universo educativo? Sin dejar de ser muy importante, ¿por qué las más intricadas discusiones se establecen en torno a la financiación, cómo afecta al centro educativo, cuáles serán las cuotas de poder en el consejo escolar u otras organizaciones, cuáles serán las titulaciones, etc.; y, sin embargo, se plantea mucho menos qué beneficios traerá sobre el alumno o cómo afectará al trabajo ordinario del profesorado?

¿Qué hace que las empresas u organizaciones productivas no compartan este modelo educativo de una manera mayoritaria?

En el caso de las empresas educativas, la razón más íntima es que deben competir con otras escuelas y deben obtener los mejores resultados, pero ¿qué significa mejor? Mejor, en este caso, es la mayor calificación respecto de un baremo establecido previamente, y externo a ellas. Y, este baremo, no está precisamente personalizado puesto que de lo contrario no serviría como herramienta de comparación.
¿No te lo crees?, pregúntate: ¿Es justo comparar los resultados de centros educativos de similares características? Pienso que sí. Pero, ¿sería justo comparar centros educativos a los que acudan alumnos de muy diferente nivel? No. O, mejor, sí es justo, pero la conclusión no sería útil en este último caso. Porque ¿qué significa "resultados"?, o lo que sería más completo y útil: ¿Qué significa calidad?
Podemos preguntarnos ¿por qué en la mayor parte de los centros educativos que imparten Bachillerato, éste es de las enseñanzas que mejor funcionan? Quizás, porque tienen después la PAU (Prueba de Acceso a la Universidad), que uniforma a todos los alumnos de un territorio y que, por tanto, sirve de elemento comparador objetivo entre centros. Claro, que esto es precisamente lo más opuesto a la enseñanza personalizada.

Algo parecido puede ocurrir con los centros educativos que sustituyen el proceso de aprendizaje tradicional por otro repleto de tecnología sin que medie una adaptación sistematizada al nuevo paradigma educativo -que subyace a las características del alumno o de su entorno- sino que más bien perpetran una sustitución total de método.
Supondría una continuidad en el mecanicismo educativo anterior, aunque se haya sustituido un medio por otro: el papel por la tableta.
En el caso del resto de empresas, receptoras de la nueva fuerza laboral emanada de las escuelas, requieren contenidos, destrezas y actitudes demostradas mediante certificaciones, que en innumerables ocasiones no son las que proveen los sistemas gubernamentales de enseñanza -señal cierta de que no se fían de ellos- y que obligan a los alumnos a cantar una doble melodía superpuesta sobre el mismo pentagrama: la oficial y la profesional, ambas de interés pero no siempre acompasadas, lo que al oído sensible produce terribles desarmonías.

Y, entonces, ¿qué hacemos?

Si tú, lector, has sacado la idea de que estoy en contra de la personalización de la educación, estás profundamente confundido. Y si piensas que esta personalización no está extendida en el universo educativo, también te equivocas, porque la mayor parte de la formación continua -del trabajador en su puesto de trabajo- es no solo personalizada, sino auténticamente personal. Y la mayor parte del profesorado tiene experiencia abundante sobre personalización, no tanto de la instrucción como de la educación.
Sin embargo, sí pienso que la personalización de la educación requiere una acción estructural profunda para que llegue a ser eficaz.

Nadie duda de que en el Valle de la Muerte hay semillas enterradas bajo la superficie polvorienta, las hay y muchas, pero no se ponen de manifiesto mientras no cae alguna precipitación.
Las semillas educativas están sembradas en nuestros educadores, -el secreto del éxito, dice Robinson, reside en los profesionales de la educación, los profesores- hay muchos que van poniendo sus experiencias en marcha sin publicidad alguna para no tener que enfrentarse a otros problemas laterales (algunos de los cuales hemos mencionado), pero desde los diferentes despachos (políticos, empresariales, colegios) sería de agradecer algo de lluvia.
Por eso desde aquí, a esos profesores que por su trabajo esforzado permanecen tan profundamente arraigados en las tierras polvorientas, con un respeto cercano a la veneración les rindo pleitesía.

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Alfredo Abad Domingo.
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